De: Angélica Liddell
Dir: Laura Uribe
¡Nana vida! ¡Quintuchi María!
¡Divinos Xha Vizende y San Blas!
Comadre de mi adoración de la
vela perpetua del niño Jesús, ya ando acá de nuevo reportándome como no muerta.
Y siguiendo en eso de las cartas póstumas te mando ésta que te estoy
escribiendo mero ora que un respiro es que tengo. Vieras de ver que otra
comadre que tengo que también gusta de esto del teatro muy que me invitó ir ver
un obra y yo que culta soy, agarré y lavé mi chancleta con jabón Roma, bañé cuero
con jabón de olor y puse huipil de cadenilla y muy que voy corriendo ver obra
en Centro Cultural del Bosque que su nombre bautizado es
El matrimonio Palavrakis
Obra mero es presentada mero con
apoyo de El Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, el Instituto Nacional
de Bellas Artes y la Compañía Teatro en Código y tuvo presentaciones en Teatro
El Galeón del CCB.
Texto es de Angélica Liddell,
teatrista española que fue bautizada en la misma pila que Salvador Dalí, dejó
el Conservatorio decepcionada de sus maestros y tomó su nombre de Alicia
Lidell. Es una teatrista muy premiada allá mero en España de donde es y su
texto nos lo trajo acá esta tierra de Benito Juárez (adorado señor) Laura
Uribe, directora, quien para hacer este trabajo contó con apoyo del FOCAEM (las
becas del Estado de México) y del FONCA.
Trata obra sobre “Elsa y Mateo
Palavrakis, unidos por la obscura infancia que padecieron, llevan una vida
monótona e insustancial, en un lugar donde la única diversión es participar en
concursos de baile, los cuales pierden sistemáticamente… es el retrato de
quienes se han dejado dominar por los instintos más primitivos del hombre, el
lado más brutal de la sociedad contemporánea, hacia el que nadie quiere mirar”.
Eso dice programa de mano, pero yo digo otra cosa y voy que traigo diarrea en
la lengua y mira que voy a sacar harta palabra, así que agárrate y pusieras
almohada en tu xhana, nana vida.
Hasta donde entiende mi cabeza
coronada por trenza con listón de color, este trabajo fue una investigación
escénica hecha por la directora junto con los actores que mero fueron dos: Marianella
Villa y Antonio Salinas, ambos con una larga trayectoria en esto del teatro,
xha mamá. Como dice programa de mano, la obra nos lleva por la vida de estos
dos personajes, Mateo y Elsa, mostrando diferentes momentos de su vida y
problemáticas a lo largo de las horas y horas que dura la obra y que mi ojo
estuvo viendo y mi oído escuchando.
Si hay algo que puedo aportar a
lo que vi, es que lo que vi era… cómo te digo… era… era… pues era… pues… eh…
¡ya! Un cúmulo de ocurrencias tras ocurrencias tras ocurrencias, donde lo que
yo vi fue a una actriz partiéndose la madre en escena quién sabe por qué cosa.
La verdad, me quedé sin entender lo que vi, y mira que yo voy seguido al teatro
y le entro a todo menos al lesbianismo. Feo eso de tallar peluca, ¿pues cosa sentirán?
Rico, a lo mejor. ¡Niño Jesús, quita pensamiento de mi cabeza! Mejor sigo con
este obra del que hablaba. No encontré algo que unificara la enorme cantidad de
cosas tras cosas tras cosas que ocurrían y pasaban y seguían pasando y yo creo empachada salí, xha mamá. Ora voy ir que me jalen los tuches de la espalda. Divino San Blas… preocupada estaba yo porque
cara se veía que era la producción. ¿Cuánto gastarían en cada función?
Desperdician pastel, fresas, vino, papel… y además todo de naturalezas tan diferentes que terminaban sin generar un mundo y mucho era ilustrativo. Para mí, llegó un momento en que
cualquier cosa era posible. Si la actriz se colgaba ahí y se moría o se bajaban
los pantalones y hacían caca, daba lo mismo. Creo que lo que menos tuvo este
trabajo fue filtros. Yo estoy a favor de las ocurrencias y que en el proceso
creativo saques todo lo que se te ocurra y que todo es posible, pero después de
eso viene bien una pulida, un trabajo riguroso de selección para ver qué va y
qué no en términos de sentido, significado y del mundo que estás creando. Acá
parecía que era como si “esta escena vamos a hacerla de cabeza, la siguiente la
vamos a hacer corriendo, la que sigue que sea brincando y después vamos a comer
y escupimos y la otra nos comemos de nuevo lo que escupimos y al final lo
hacemos caca y luego bailamos y todos nos reímos”.
…
Entiendo que tal vez se quisieran
subir a la propuesta de Angélica Liddell, quien suele hacer cosas raras en su
propuesta teatral y ha sido premiada por eso, pero al final es la propuesta de
ella. Acá lo que vi fue un exceso de cosas sin objetivo, tanta cosa por acá y
por allá terminó aislándome de los personajes, su profundidad y conflicto y
quedándome en la superficie de tanto desperdicio humano y escénico. Los
actores, todo el tiempo en la intensidad (y lo peor es que les creías, les
comprabas completamente el trabajo, pero llegaba un punto en que era mucho
trabajo por nada, xha mamá, como cuando quieres que un muxhe deje de ser muxhe
nomás porque guapo es que está y lo quieres para ti). Me sentí como las gordas
que van a Teotihuacán y tras hora y media de mover sus carnes bajo el sol
quemante, terminan diciendo: es pura piedra amontonada, mejor ustedes sigan y
yo acá los espero sentada en la sombra, mientras compro recuerditos y me
abanico, ay no qué calor.
Marianela Villa como Elsa, se
lleva las palmas. Qué trabajo más entregado, clap clap hizo mi mano y congoja
dejó en mi pecho, que grande es y partido en dos. Antonio Salinas, a su modo,
le va siguiendo el paso. Laura Uribe además de directora, es la narradora. No
sé si está fuera del tono, si lo que buscaba era un contraste a la intensidad
en la que hizo trabajar a los actores o qué pero… bueno. Aparte hay
actores-bailarines que son Omar Guadarrama, Uriel Ledesma, Viridiana Lozada,
Dulce Mariel, Myrna Moguel y Adrián Román y pues ellos… bailan.
Nuevamente, siento presuntuoso
esto de “el lado más brutal de la sociedad contemporánea, hacia el que nadie
quiere mirar”. Voy… dijera la Tuzita. Pinga que era esa niña. Peores cosas veo
yo acá con mis vecinos que ya me tienen podrida entre tanta pelea y pelea y los
niños que se tienen que estar viviendo eso todos los días, la mujer nada que
deja al hombre que además feo es que está, ora estuviera guapo y una entiende
pero está más chaparrito que el santito del rincón de la iglesia; yo creo que
para pegarle a su mujer o brinca mucho o la otra sonza se hinca porque nomás no
entiendo. Y encima los viernes se ponen a cantar todos juntos y a todo volumen karaoke
de Marisela, chingada vida.
La iluminación es de Martha
Benítez y es bastante buena y efectiva. El vestuario de Naomi González Kahn
pues… no memorable pero funciona. El diseño y realización de máscaras fue de
Zánchez (así, seguro no tiene nombre ni madre, jiar jiar jiar) y bueno… una de
las tantas cosas que me parecieron están de más en la obra. La fotografía y audiovisuales
de Zaba Zantcher que sigo sin entender su uso y forma. Los músicos en vivo
fueron Carlos Cáceres, Héctor Luna y Luis Torres, guapos, cómo no, yo si les
hacía sus garnachas, adoración. Producción ejecutiva de Juan Carlos Saavedra.
Así como que en resumiendo, una
obra larga, con demasiado desperdicio humano y de producción, sin mayores
filtros que la ocurrencia. Lo que me llamó más la atención es que hubo mucha
gente que aplaudía de pie y a los gritos, como si la luz hubiera llegado a sus
vidas por primera vez, sobre todo jovencitos que a luego se deja de ver que son
de escuelas de actuación porque los visten igual y les cortan el pelo en la
misma estética. Y es perfectamente comprensible, porque no se puede negar que
este tipo de trabajo no se suele ver en los escenarios mexicanos. Ojalá fuera
más cuidado y con mayor generación de sentido.
Y pues así, madre, esto es lo que
te quería contar. Si ganas sale tu morbo de ir a verla, estate pendiente porque
igual y regresan. Para lo bien que les fue de público y la gran cantidad de
comentarios positivos que tuvieron, no dudo que regresen. Yo no voy decir cosas buenas si no las vi, ya vez que jodida soy. Soy "el lado más brutal de la crítica mexicana que dice lo que nadie quiere escuchar". Jiar jiar jiar jiar jiar.
Bueno, ya me voy que voy poner mi nixtamal para la garnacha.
Te mando beso tronado en tu
cachete izquierdo.
Tu comadre: La Teca.
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